PUNTO DE INTERÉS
Puente Cimero. Río Jerte
El puente Cimero, donde nos encontramos, es un vestigio medieval, una de las primeras construcciones impulsadas por los Álvarez de Toledo tras convertirla en Villa, si bien el aspecto actual procede de una reforma ejecutada en la primera mitad del siglo XVIII. Ve pasar al río Jerte bajo su arco de medio punto a base de sillares de granito.
Por este puente cruzó Carlos V a su entrada en Tornavacas el 11 de noviembre de 1556, solicitando a los lugareños que pescaban, las ricas truchas del río.
El Jerte, el río que da nombre al Valle, nace en las sierras de Tornavacas y aún aquí no ha adquirido su auténtica entidad fluvial, despacio, con sus aguas cristalinas, discurre plácido en lo que será un largo viaje de 70 km atravesando el valle y tierras cercanas hasta llegar al Alagón y al padre Tajo.
Situada en la Sierra de Tormantos, con una altitud de 871 metrso sobre el nivel del mar y una superficie de 76,6 km2. Su topónimo está relacionado con la leyenda que se atribuye a sus orígenes, enmarcada a mediados del siglo X en un enfrentamiento que tuvo lugar entre las tropas cristianas y las musulmanas y en donde las vacas (ganado abundante en la zona desde hace siglos) tuvieron un especial protagonismo.
Tornavacas es, históricamente, un lugar relevante de la Alta Extremadura. La primera referencia escrita, sólida e incuestionable que se tiene del municipio data de la primera mitad del siglo XIII, lo que demuestra que es el pueblo más antiguo de toda la comarca del Valle del Jerte. Posteriormente, será elevada a la categoría de Villa.
Tras la abolición de los señoríos en los primeros compases del siglo XIX, la localidad, ya como municipio constitucional dentro de la región de Extremadura, desde 1834 quedó integrada en el Partido Judicial de Jarandilla, no produciéndose hasta 1928 su integración en el Partido placentino.
Gran importancia ha tenido la Villa en el discurrir de los siglos por su situación geo-estratégica. En la cabecera del valle, su ubicación es privilegiada para controlar el paso de Extremadura y Castilla a través del Puerto de Tornavacas.
Durante la Edad Moderna (siglos XV al XVII), Tornavacas experimentó un crecimiento sostenido en el tiempo, llegando a alcanzar su “edad de oro” en la primera mitad del siglo XVIII, tiempos de bonanza económica en la Villa gracias al castaño, al ganado (especialmente el caprino y el vacuno) y a la elaboración de telas. En la segunda mitad del siglo XVIII se inicia la crisis económica provocada por la enfermedad de la “tinta del castaño”.
Mermada la economía tornavaqueña, el pueblo se sumerge en un tiempo oscuro que arrastrará la floreciente industria textil y la actividad agropecuaria. Las guerras de las primeras décadas del siglo XIX (Guerra de la Independencia, Primera Guerra Carlista) también se dejaron notar en la antigua Villa, que poco a poco se iría recuperando a mediados de este siglo (destacando la diversificación de cultivos y la abundancia de ganado cabrío y vacuno), momento a partir del cual también se produce un lento pero continuo crecimiento demográfico.
Desde mediados del siglo XX, el monocultivo del cerezo ha monopolizado las laderas de las montañas tornavaqueñas, siendo, a día de hoy, la base económica de la zona..